Uno de los eventos literarios destacados del programa de escritores Shanghái Writing Program fue el del salón literario en Sinan Mansion, en pleno distrito francés. Este evento tenía lugar nada más volver de un viaje por Ningbo y Xikou.
Hacía un mes y medio que los escritores internacionales galardonados con esta beca residíamos en China. En esta ocasión Heidi North-Bailey, de Nueva Zelanda, Frode Z. Olsen, de Dinamarca, Anna Rubio, de Valencia, Ángela Pradelli, de Argentina, Edna Shemesh, de Israel, Jennifer Haigh y Lisa Teasley, de Estados Unidos, Malgorzata Budzynska, de Polonia, Ekaterina Yakovleva, de Rusia, y yo misma tuvimos oportunidad de participar en un salón literario de gran prestigio en China.
El día 15 de octubre, ante un público que hacía cola para entrar conversamos sobre nuestra experiencia en Shanghái, cada uno a su manera, pues es necesario recordar que los escritores residíamos en apartamentos separados y muchos de los progresos por la ciudad los hacíamos en solitario.
La vida en Shanghái se hacía más comprensible con el transcurso de los días. Así, en las primeras semanas el choque de costumbres fue evidente, y aunque muchos de nosotros seguíamos sin apenas comprender chino, los lugareños eran amables con nosotros. A pesar de que en la ciudad apenas encontrabas personas que hablasen inglés, cualquier nota evidente como la altura o el color de pelo era motivo para que algún grupo se hiciera fotos con nosotros. Y esa imagen, la que queda para el recuerdo, no distingue tal choque cultural e idiomático. Pues la vida en Shanghái sigue con sus breves pausas, como una estación de metro en el centro de esa populosa ciudad portuaria china, la cual convive a diario con la Ciudad Antigua, anclada en los años 40 y, separada por el río Huangpu, se distingue el futurista Pudong, con sus miles de rascacielos acristalados.